Jorge Carrera Andrade

(Quito, 18 de septiembre de 1903-Quito, 7 de noviembre de 1978) Nació en Quito, a las afueras de esa ciudad en Sangolquí . Su abuelo Abraham Carrera, posiblemente descendió del noble español Sancho de la Carrera. Su abuela fue Genoveva Andrade. Juntos tuvieron un hijo, Abelardo y se esforzaron por darle la mejor educación posible, dadas las posibilidades que tenía Abraham como administrador de hacienda. Abelardo estudió en el colegio San Gabriel de Quito, y a pesar de su educación religiosa, empezó a inclinarse más bien por el liberalismo político. Se casaría con Carmen Amelia Baca Andrade y juntos tendrían a Jorge. 

Su obra y la corrientes literarias

Con su obra se termina el modernismo y se da inicio a las vanguardias literarias. Por esta clara razón afirmaría "Nací en el siglo de la defunción de la rosa" y más adelante lo complementaría diciendo "Cuando el motor ya había ahuyentado a los ángeles". De esta manera el empieza en Ecuador la literatura alejada de los temas modernistas para enfocarse en la realidad. 

Boletines de mar y tierra

En 1930 escribió Boletines de mar y tierra, obra escrita bajo la influencia de las vanguardias hispanoamericanas del período. Gracias a la metáfora del viaje marino, Carrera empieza a crear en su poesía una sensación de universalismo que, si bien al principio es geográfico, pronto produce un redimensionamiento del lugar geográfico como sitio de enunciación del arte del poeta. De 1945 data Lugar de origen, libro en el que se van hallando nuevas claves que buscan conjugar una proclamación de la tierra junto a una posición de universalismo cósmico.

Fallecimiento de Jorge Carrera Andrade

Jorge Carrera Andrade falleció el 7 de noviembre de 1978 en Quito.​ Ante lo cual se hicieron varios homenajes:

Para este notable ecuatoriano no bastaba con emplear las palabras: alguna vez manifestó su deseo de apoderarse de ellas arrebatándoselas al ángel soberbio que se resistía a entregárselas. Tal era su afán que llegó a sentir como los personajes de sus versos. El papel del autor, entonces, no es solo el de poeta que canta en homenaje a  objetos cotidianos, a los seres humildes; sino que se torna en representante de ellos. Para hablar con tanta convicción de la araña, la nuez y la gaviota, se necesita identificarse con ellas y en su poesía advertimos una comunión mágica, una fusión entre el artista y sus personajes diminutos que deleita y sorprende



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